“Es el segundo día de andar sin
rumbo y sin agua. Se que moriré.
Cerca del mediodía el sol se
oscurece. En un primer momento agradezco la tormenta. Al poco tiempo me
arrepiento. Una ráfaga levanta granos de arena que dejan mi cara sangrando. Me
sirve de experiencia y me aplasto contra el suelo. Tierra, algo sólido, firme.
En cambio, la superficie soble la que me tiendo se mueve. Alrededor mío se
desplazan grandes e inabarcable masas de arena. Sombras en movimiento dentro de
una gran sombra…”
“12 de octubre del 86.
A las dos de la tarde encendía la
tele, agarré un cacho de pan, cinco fetas de mortadela, dos manzanas, una
botella de Coca y me fui a la cama. A las siete llamó la imbécil de tía Clarita
y preguntó por mamá. Más tarde, hablaron los loros del club de canasta. Toda la
pajarería preguntando por mamá. Esto da asco. Parece que me hubiera puesto de
acuerdo…”