“La silueta de la mujer avanza
entre la doble hilera de álamos dorados se agranda lentamente. Los colores
rojizos de la tarde están devorándola como si el sol que se hunde en el
horizonte quisiera tragársela, pero ella avanza, dispuesta a recuperar su
imagen habitual no bien trasponga la tranquera de la entrada…”
“Y tal vez jurara, cuando en las
noches de verano abría de par en par la ventana del comedor que daba a la calle
y de espaldas a la curiosidad y al asombro tocaba en el piano aquellos
inacabables valses que ya entonces resultaban añejos. Ritualmente yo asistía
con el mismo fervor a la escena cada vez que ella decidía repetirla y mi carita
curiosa asomada en el ángulo de la ventana ha de haber sido parte de la ceremonia,
como lso valses, los cielos estivales y los vestidos de plumetí que ella se
ponía.”