"Muertes reiteradas" Elvira, Mónica - Cuento -


“El agua embravecida por momentos, salpica caracolas por la playa y regresa en círculos de oro a su primitiva placidez, donde un sol, dos soles se reflejan.
Ella, tirada en la orilla se confunde. Una boya amarilla meciéndose a su lado, se transforma en gelatina, aceite, espuma, se endurece en esfera de cristal, se descascara lentamente y envejece. Se quiebra y de su hendija, surge una mano aprisionando la yema fecunda de ese vientre; luego, músculos y huesos nacen al hombre, principio de la muerte…”


“Aimé caminó el campo, ese campo amarillo y ocre de neneos y coirones, donde el viento arrastra hasta los sueños y a veces como jugando a las escondidas desaparece detrás de alguna roca. Allá se quedó sola, era época de plenilunio. Nunca tuvo miedo porque conocía cada animal, ave, grito y aullido. Se alimentó de raíces y agua fresca, y el tiempo, la soledad, el ayuno riguroso hicieron lo suyo…”